¿Qué debemos saber sobre el CO2?
El dióxido de carbono o CO2 también conocido como anhídrido carbónico es un gas, que no tiene color ni olor. Se encuentra en la atmósfera en una proporción de aproximadamente 400 partes por millón (ppm). Desde el punto de vista de su origen, las principales fuentes de CO2 se pueden dividir en dos grandes grupos:
- Procedentes de la acción del hombre, a sus sistemas de producción y de consumo de energía, (la combustión de materiales fósiles).
- Naturales como la respiración de los seres vivos, la descomposición orgánica, los incendios forestales, las erupciones volcánicas, etc.
¿Qué es el Ciclo del CO2?
Como absorbentes o reductores principales de la concentración de CO2 en la atmósfera están los vegetales, que a través del sol y la función clorofílica sintetizan el carbono, al incorporarlo a su estructura, (raíces, tronco, ramas, hojas, etc.). Otro gran absorbente de CO2 es la superficie marina, que lo disuelve en el agua para que pueda ser usado por la vegetación marina.
Este proceso de generación y absorción del dióxido de carbono en la naturaleza es lo que se denomina “Ciclo del CO2”. Se trata de un fenómeno muy complejo, que permaneció en equilibrio hasta la época de la Revolución Industrial. A partir de este momento empezó a descompensarse, siendo la producción de CO2 muy superior a su tasa de absorción, de manera que su concentración en la atmósfera crece aproximadamente a razón de 2 ppm anualmente. Las centrales térmicas y los vehículos de transporte con sus motores de combustión constituyen los mayores emisores de CO2. En este sentido es preciso aclarar, que todo tipo de combustiones hay que realizarse con exceso de oxígeno para garantizar que se produzca CO2 (gas no tóxico), ya que si el oxígeno es escaso se produce monóxido de carbono o CO (gas muy tóxico).
¿Cómo afecta el CO2 al cambio climático?
El clima en nuestro Planeta depende de la radiación solar y de su interacción con la atmósfera, la superficie terrestre, los océanos y el resto de capas de agua, nieve y hielo. La Tierra recibe la radiación solar y, a su vez, desprende calor. Parte de ese calor se queda atrapado gracias a los gases de efecto invernadero, presentes en la atmósfera el dióxido de carbono (CO2), el óxido nitroso (N2O) y el metano (CH4). Durante miles de años el equilibrio natural entre estos factores ha ido determinando los ciclos climáticos, sin ningún tipo de intervención externa. Sin embargo, debido a la acción del hombre, a sus sistemas de producción y de consumo de energía a partir de la Revolución Industrial, la concentración de esos gases y, especialmente de CO2, en la atmósfera está creciendo de forma constante, quedándose atrapado más calor dentro de la atmósfera terrestre.
¿Cuáles son las aplicaciones de CO2 en nuestra vida cotidiana?
Este gas tiene un gran número de aplicaciones en nuestra vida diaria desde la medicina (gas de insuflación), pasando por la alimentación, (bebidas carbonatadas), la extinción de incendios, (hielo seco), como fluido refrigerante, etc.
Aunque el CO2 es un gas no tóxico, que presenta en varias aplicaciones en nuestra vida cotidiana, sus niveles moderados (1200 – 2000 ppm) pueden causar dolores de cabeza, concentración reducida y fatiga, mientras que las concentraciones altas (2000 – 5000 ppm) a veces provocan náuseas, mareos, vómitos e incluso pérdida de conciencia. En ambientes cerrados ocupados por personas el elemento contaminante que predomina es el CO2, producido por la respiración. Por eso, la concentración de este gas se puede tomar como parámetro de la calidad de aire interior o CAI.
Como absorbentes o reductores principales de la concentración de CO2 en la atmósfera están los vegetales, que a través del sol y la función clorofílica sintetizan el carbono, al incorporarlo a su estructura, (raíces, tronco, ramas, hojas, etc.). Otro gran absorbente de CO2 es la superficie marina, que lo disuelve en el agua para que pueda ser usado por la vegetación marina.
Este proceso de generación y absorción del dióxido de carbono en la naturaleza es lo que se denomina “Ciclo del CO2”. Se trata de un fenómeno muy complejo, que permaneció en equilibrio hasta la época de la Revolución Industrial. A partir de este momento empezó a descompensarse, siendo la producción de CO2 muy superior a su tasa de absorción, de manera que su concentración en la atmósfera crece aproximadamente a razón de 2 ppm anualmente. Las centrales térmicas y los vehículos de transporte con sus motores de combustión constituyen los mayores emisores de CO2. En este sentido es preciso aclarar, que todo tipo de combustiones hay que realizarse con exceso de oxígeno para garantizar que se produzca CO2 (gas no tóxico), ya que si el oxígeno es escaso se produce monóxido de carbono o CO (gas muy tóxico).
¿Cómo afecta el CO2 al cambio climático?
El clima en nuestro Planeta depende de la radiación solar y de su interacción con la atmósfera, la superficie terrestre, los océanos y el resto de capas de agua, nieve y hielo. La Tierra recibe la radiación solar y, a su vez, desprende calor. Parte de ese calor se queda atrapado gracias a los gases de efecto invernadero, presentes en la atmósfera el dióxido de carbono (CO2), el óxido nitroso (N2O) y el metano (CH4). Durante miles de años el equilibrio natural entre estos factores ha ido determinando los ciclos climáticos, sin ningún tipo de intervención externa. Sin embargo, debido a la acción del hombre, a sus sistemas de producción y de consumo de energía a partir de la Revolución Industrial, la concentración de esos gases y, especialmente de CO2, en la atmósfera está creciendo de forma constante, quedándose atrapado más calor dentro de la atmósfera terrestre.
¿Cuáles son las aplicaciones de CO2 en nuestra vida cotidiana?
Este gas tiene un gran número de aplicaciones en nuestra vida diaria desde la medicina (gas de insuflación), pasando por la alimentación, (bebidas carbonatadas), la extinción de incendios, (hielo seco), como fluido refrigerante, etc.
Aunque el CO2 es un gas no tóxico, que presenta en varias aplicaciones en nuestra vida cotidiana, sus niveles moderados (1200 – 2000 ppm) pueden causar dolores de cabeza, concentración reducida y fatiga, mientras que las concentraciones altas (2000 – 5000 ppm) a veces provocan náuseas, mareos, vómitos e incluso pérdida de conciencia. En ambientes cerrados ocupados por personas el elemento contaminante que predomina es el CO2, producido por la respiración. Por eso, la concentración de este gas se puede tomar como parámetro de la calidad de aire interior o CAI.